domingo, 14 de marzo de 2021

Malditos libros

 

Estaremos de acuerdo de que no son lo mismo ‘libros malditos’ que ‘malditos libros’. Los primeros son una categoría especial de libros, los segundos expresión de una maldición sobre esos objetos como tales. Entre gente poco aficionada a leer es frecuente creer que las malas lecturas (como las malas compañías) son causa de la perdición de las almas; en este caso son los libros malditos que abundan casi exclusivamente, excepto la Biblia, entre los malditos libros, esos nidos de polvo y ácaros. Pero también existen libros malditos, como los encuadernados con piel humana (también lámparas, los nazis fueron muy ingeniosos en esto de reciclar partes de judíos). Se la llama técnicamente, al menos en la bibliografía anglosajona, encuadernación antropodérmica. ¿Sibaritismo o mal gusto? Ambas cosas suelen estar próximas.

Ante un maldito libro hasta el adminículo informático más sofisticado palidece de envidia. Los libros son portátiles por lo común; no consumen energía una vez fabricados, son baratos salvo los muy caros y tienen una evolución, del rollo al códice, del pergamino al papiro, que deja en su perfección final chiquita a la evolución del ratón al murciélago.

Para mí un libro maldito es el escrito por Lovecraft y sus mitos de Cthulhu, no por los terrores que ocultan sino porque se me cae de las manos de puro aburrimiento mezclado con pizcas de aborrecimiento. Esto es, para mí un libro maldito, aquel que no consigo leer con cierto agrado. En otro orden de cosas, y exponiéndome a la condenación eterna, la Biblia es para mí el libro maldito por excelencia, sobre todo el Antiguo Testamento por la cantidad de barbaridades que contiene, desde asesinatos y genocidios a incestos, y por el retrato detestable de ese dios vengativo y xenófobo. En cambio, para mí no tiene sentido lo de malditos libros, que son siempre benditos, incluso la Biblia.

El Corán también es un libro especial. No sólo por los millones de seguidores que lo acatan ni porque sea una mezcla de libro de autoayuda, manual de higiene y receta para la vida, sino porque su autor es el arcángel Gabriel, aunque algunos ignorantes piensan que fue Mahoma, que era analfabeto, como buen camellero, y que lo retuvo de oídas y luego fue recogido desde la oralidad del profeta por escribas apresurados en hojas secas de palmera datilera, omoplatos de camello (planos como su nombre y su anatomía indican) y trozos de cuero (los más pudientes). Como la Ilíada y la Odisea homéricas, como las enseñanzas socráticas recogidas por Platón, son libros que señalan el paso de la oralidad a la escritura. El comienzo de la literatura escrita, o sea, del libro y de paso de la Historia.

Siempre se habla del invento de la imprenta, que está, como la rueda, inventada mil veces y desde siempre. Lo que se quiere decir es el invento de los tipos móviles, eso es lo que ideo Gutenberg. Los impresores fueron los ángeles artífices de los libros y a menudo eran también los editores, cuando no los autores directamente.

Cualquier libro que se publica, salvo los best sellers, es un mensaje en una botella. Lanzado al mar de los lectores, ¿lo encontrará alguien? ¿lo leerá? Algunos amigos me reprochan que no haya vuelto a escribir un libro desde hace más de veinte años. No saben que lo que no he hecho es publicarlos. Pero también me disuade la falta de su necesidad. Hay quien se disculpa por publicar un libro explicando que lo hace porque era un libro que deseaba leer y que no existía; eso nunca es verdad. A mí me basta saber de la existencia de la biblioteca más infernal del mundo que lógicamente está en Pyongyang, capital de Corea del Norte y adonde yo mandaría a todas esas hordas de turistas que destruyen cuanto supuestamente valoran, a ver si allí los metían en vereda. Su líder supremo Kim Jong II reúne muchos atributos heroicos para ser tan rechoncho. Compone óperas, el género más reputado del país, aprendió a jugar al golf de forma impecable en unas horas, es un formidable piloto de caza terror de los aires. Pero todo eso se queda en nada cuando nos enteramos que es el autor de mil seiscientos libros (algunos están a la venta en Amazon, no os privéis). La releche, ¿no? Pues no. Su amado y reverenciadísimo padre del Querido Líder escribió dieciocho mil. Eso sí, su hijo los ha memorizado todos con su prodigiosa mente que le ha permitido diseñar ingenios hidráulicos para facilitar la vida de sus amados súbditos y además es un experto informático. Para reunir la obra de ambos, las obras completas de los Kim (Kim de Corea, no de la India) se edificó la Gran Casa de Estudio del Pueblo, una monstruosa biblioteca de mármol de más de nueve mil metros cuadrados con seiscientas salas de lectura y la compañía de otros treinta millones de otros libros escrupulosamente seleccionados (nada de Orwell ni Kafka) ¿Para qué voy a publicar yo otro libro si no tengo la garantía de que acabe en tan prodigiosa biblioteca? O peor aún: que acabe allí, lo que es peor que acabar en un saldo de descatalogados. Malditos libros.

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía