domingo, 21 de marzo de 2021

Releer

 

Está esa leyenda de la Antigüedad en la que un joven atleta asciende una ladera cargando un ternero recién nacido. Todos los días repite la ascensión cargando el mismo animal con la idea de que a medida que el ternero crezca él también crecerá y se convertirá en un hombre muy fuerte, capaz de ascender una montaña con un buey al hombro. Esa y no otra es la tarea del autodidacta, del conocimiento. No importa todo lo que he olvidado; importa que he aprendido, lo que sea, aunque lo olvide luego. No se trata de mera acumulación: la memoria no es que sea limitada, es que es sabia al olvidar. Se trata de crecer, y todo crecimiento es desarrollo, transformación y evolución. Hay eruditos estúpidos, como hay analfabetos sabios, si sólo acumulas pero no cambias. Al llegar a cierta edad, eufemismo para la vejez, lo que se olvidó inevitablemente es más que lo que se aprenderá, pero eso no importa tampoco. Lo importante es no dejar de aprender por mucho que se olvide bajo el dictado de la memoria, más sabia y tramposa que cada uno. Si dejas de aprender es cuando envejeces. Envejeces no porque olvides, al contrario, sino porque no aprendes y crees que lo sabes todo; divisa del necio. Si el ternero en crecimiento es la memoria, entonces no aumenta de peso, sino que milagrosamente se aligera igual que el atleta, cada vez más fuerte, aún compensa más esa levedad.

Si cada vez que leyera un libro pensase que en su mayoría lo iba a olvidar no tendría sentido hacerlo. Pero las lecturas no se acumulan unas sobre otras, como el peso del ternero cada vez más crecido. Las lecturas lo que hacen es fortalecer al que las lee, precisamente porque las olvida. Las experiencias no sirven para predecir los nuevos sucesos ni para pensar que no hay nada nuevo bajo el sol, sino para valorarlas como sucesos de una rueda infinita, de una ascensión a la ladera del humano cabal. A partir de cierta edad, eufemismo de una vejez sensata, toda lectura es una relectura. No porque ya lo hayas leído antes, sino por la sensación de que lo que lees ya estaba presentido en todo lo que habías leído y creído olvidado: reconoces. Un hombre desea y aprecia un nuevo vaso de cerveza no porque no lo haya probado nuca, sino precisamente por lo contrario: para encontrar un sabor conocido.

6 comentarios:

  1. Muy de acuerdo. Puedo añadir, si me permitis, que toda experiencia significativa incluye generalmente una novedad y una repetición. La curva del mentón de la persona amada no es desconocida y es muy grato verla. Por eso volvemos a ciertos libros, y por eso apreciamos cosas viejas en nuevos libros
    Chofer fantasma

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    1. Yo también estoy de acuerdo contigo y ese balance de novedad y repetición, bien traído

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  2. Recuerdo una entrevista a un Fernán Gómez ya viejo en el que hacía un breve repaso a su biblioteca y hablaba de alguno de sus libros leídos; otros, en mano, decía que ya no los leería nunca.

    Yo creo que está empezando a prevalecer una visión romántica de los libros; como objetos antiguos, de otra época. Pasa un poco como en el cine.

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    1. Sí , objetos de otra época, pero ansiados en esta por muchos

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  3. No habría que confundir memorizar, que es un parte más activa de lo que algunos creen del aprendizaje, con esa práctica consistente en, como dijera una compañera mía de la carrera de química, fijar en la mente un rollo macabeo que luego se vomita en el examen. En ese sentido, memorizar puede tener una parte de olvidar que es en realidad simplificar: es mejor aprender el caso general, pues así es más fácil entender los particulares, que al revés.

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    1. Sí, memorizar, por ejemplo, apresuradamente para pasar un examene es lo opuesto al verdadero aprendizaje

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía