martes, 21 de marzo de 2017

¿Acaso pensamos?




La originalidad consiste en el retorno al origen; así pues, original es aquello que vuelve a la simplicidad de las primeras soluciones. Antoni Gaudí

Hablamos con metáforas, lo que es inevitable, pero, como señaló Jesús Lizcano, las metáforas nos piensan, igual que las frases hechas son el sofá verbal de los perezosos mentales. Pensar no es tan sencillo. No hablo de tener ideas originales (o sí), sino simplemente de pensar, no de ese simulacro que solemos adoptar como pensamiento y que es sólo eco. El famoso experimento mental que manda al sujeto que no piense en un oso polar y que demuestra que se hace inevitable hacerlo, tiene su vuelta de tuerca en intentar pensar (no simplemente evocar) un oso polar. Como saben los que practican la meditación zen, es muy difícil dejar la mente en blanco, supuestamente vacía, tan difícil como llenarla con algo que no sean esos ecos que tomamos por ideas personales.

Para empezar, confundimos el orden de los términos: pensar —sí, una vez más siguiendo a Sócrates— es ir de la certeza a la ignorancia, o a la duda, si se prefiere, y no a la inversa. Como señala el filósofo Francesc Orteu, el pensamiento (habitualmente dormido, señalo yo) se activa cuando algo no cuadra, cuando surge el imprevisto, cuando se rompe la rutina, cuando nos ponemos en modo alerta, cuando se nos exige sobrevivir. Y en ese sentido lo valioso es la ignorancia. Por eso son tan tediosamente inútiles los ‘expertos’, que siempre traen pensadas las respuestas de antemano a cualquier pregunta y que algunos confunden con los verdaderos y escasísimos intelectuales.

Pensamos, por llamarlo algo, pensamientos ‘precocinados’, o sea, pensamientos elaborados por otros, lo que no es malo, pero hablo de pensamientos industrializados que nos ahorran el trabajo magnífico de pensar a mano, de elaborar con materia primas nuestros alimentos (en la cocina o en la mente), y terminamos poniendo los canalones en el microondas y replicando al cuñado con la frase resaltada del editorial de la mañana. Podríamos, y de hecho podemos, vivir  tranquilamente sin pensar, rodeados por un pensamiento industrial precocinado omnipresente en cualquier aspecto de nuestra existencia que te permite asesorarte, obtener pensamiento cualificado (o no, como el de tanto tertuliano prosaico) en todo, en el aspecto sanitario, en el financiero, hasta en el íntimo o emocional (especialmente en ese, desde los lejanos tiempos de Elena Francis), en el del consumo, con la bendita publicidad señalándonos dianas, todos dispuestos a venderte su producto, pensado con cuidado, como lo harías tú si supieras.

Y a veces, con suerte, encontramos buenas opiniones, pensamientos bien estructurados provenientes de cabezas bien amuebladas, pero hasta esos hallazgos tienen un grave aspecto negativo: inhiben nuestro pensamiento, porque ya no necesitamos pensar sino tan sólo elegir entre las diferentes ofertas a nuestra disposición hasta encontrar la que mejor nos siente y nos satisfaga más; como ir de tiendas. Nos falta algo esencial. Como señala nuevamente Orteu, en Europa un idiota no muere de sed (pero en África sí, eh ahí la diferencia), o sea, que en Europa los idiotas —al igual que los niños y los ancianos— sobreviven, en África no; y por eso hay más idiotas y más ancianos en Europa. Esto nos lleva a la preocupante conclusión de que el pensamiento (¿por fortuna?) ligado a la supervivencia está en extinción, pronto será una reliquia, porque pensar además de manera independiente crea más problemas que los que resuelve en un entorno de vida cómoda. Los ‘no lugares’, como los aeropuertos, no están diseñados (no están ‘pensados’) para que las personas que entren piensen, sino al revés, para que sigan unas pautas previas, unos protocolos, unos trayectos, una sucesión de gestos automáticos y si vamos pensando nos perdemos o podemos provocar un accidente.

Pensar es jugar, ir atentos y a la vez distraídos, reconstruyendo el mundo mientras jugamos. Enamorarse es jugar y reinventar el mundo, reconstruirlo. No sólo por la envidia dan tanta rabia los enamorados, que harta verles jugar todo el rato, abstraídos, capaces de cambiar el mundo a base de ignorarlo, de pensarlo distinto, reinventándolo, reconstruyéndolo.

Al igual que la socialdemocracia hace lustros que dejó de ser la vía democrática y pacífica para alcanzar el socialismo, sino una suerte de conservadurismo compasivo, las personas en su mayoría no piensan, nos piensan, y por eso valoramos tanto a los científicos, abstraídos en su mundo propio y bien construido, y por eso yo echo de menos a los verdaderos intelectuales: para imitarles, no para apropiarme sus ideas.

6 comentarios:

  1. A mi me aburren los intelectuales, los de hoy. A menos que, además de intelectuales, sean personas inteligentes.

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    1. Sí, son dos cosas distintas, aunque un intelectual tonto es algo tan desesperante como una mujer que alardea de ignorancia ( ya sé que no es tu caso)

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  2. Creo que, si seguimos los pasos de un razonamiento, pensamos tal como lo hizo su autor... Si nos concentramos bien, esto es. Si se sigue superficialmente, lo veo menos claro.

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    1. Un razonamiento no tiene por que ser una demostración de un teorema, eso lo primero. Alguien dijo que toda la filosofía occidental son notas a pie de página de Platón. Los intelectuales, a hombros de gigantes, están acostumbrados a instalarse a pensar en las grandes alturas de las montañas del pensamiento de los grandes genios, pero a veces es muy sano (e insólito) descender al llano de lo real y cercano

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  3. Pensar, en efecto, es un obstáculo para la eficacia, para el buen funcionamiento de las organizaciones humanas. Por eso en el ejército, por ejemplo, está muy mal visto. También alguna vez yo mismo, cuando me ha tocado dirigir, he tenido que corregir a quienes rompían el bien funcionamiento del equipo con la excusa de que "habían pensado que ... " con la tajante orden de que no pensaran,que se limitaran a seguir las instrucciones. Asi que sí, en un mundo ordenadito pensar es malo, contraproducente.

    Claro que también podríamos poner en duda lo anterior; a lo mejor es que, como también dices, pensamos mal.

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    1. Pensar admite muchas definiciones, en mi post tiene la acepción de pensar de nuevo

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía