jueves, 16 de marzo de 2017

Política



Política (< latín politĭcus < griego clásico πολιτικός politikós, masculino de πολιτική politik, que significa «de, para o relacionado con los ciudadanos») es el proceso de tomar decisiones que se aplican a todos los miembros de un grupo. También es el arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados. La ciencia política constituye una rama de las ciencias sociales que se ocupa de la actividad, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por personas libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva. Es un quehacer ordenado al bien común. (Wikipedia)



El milagro quizás no consista en que se aparezca la Virgen, sino en que los pastorcillos la vean. 

A lo mejor el milagro son esos miles de funcionarios que, sorteando ocurrencias y desfalcos de la altas instancias y absentismos de otros compañeros, hacen que este país, más o menos, siga funcionando.

Antes de darme por vencido y después de admitir que es mejor vivir en un simulacro democrático que en una dictadura sin disimulo, que las gentes somos algo más que polvo hambriento que tendemos a perseverar en los hábitos más absurdos... debo reconocer que lo mío con la política no tiene remedio porque jamás pude pasar de la exaltación apasionada de la oposición clandestina a la dictadura a la sordidez utilitaria de los partidos votables cada cuatro años. Pero es terrible que a mis años, tras una leal y prolongada vida inmersa en la cultura de izquierdas, tenga que dar la razón a los thacheristas y demás adalides neoliberales, pero por fin los hechos me han convencido: es necesario menos estado, incluso ningún estado (como simpatizante ácrata, veo que los extremos vuelven a tocarse). Los políticos no saben hacer nada, ni regular el sector eléctrico, ni gestionar sin robar, ni generar buena educación, ni regular y someter el latrocinio bancario, ni organizar la justicia, ni hacer bien nada que dependa de ellos.

Asi que con el mismo ánimo crédulo que a una niña analfabeta portuguesa se le aparece la Virgen encima de una peña es con el que debería ir a las urnas. El problema surge después, porque una cosa es ver a la Virgen y otra que nos cure la parálisis; un asunto es ir a votar y otra que los elegidos dejen de crear problemas y se dediquen a solucionarlos.

Naturalmente hay novedades, no sólo de attrezzo, coletas en lugar de bigotes, trencas en vez de loden. Los prosélitos no se limitan a aullar en los mítines, y a colocarse detrás del líder no tanto para salir en la foto como para formar parte del fondo, sino que, como auténticos sicarios, llevan sus aullidos a esos foros de insultos que son las redes sociales. Pero en lo esencial nada ha cambiado y todo se reduce a si estamos dispuestos a ver aparecer a la Virgen o a negarnos a verla sin antes saber para qué sirve.

El día que Nelson Mandela no sólo resucite, sino que se presente y gane las elecciones madrileñas volveré a creer en la política profesional. Y en la Virgen si a eso vamos, pero como con la Virgen de Fátima, me parece que no estoy ni en el sitio ni en el momento adecuados.


***

Sin la precisión de la física o la corroborada exuberancia de la biología, la llamada ciencia política da por hecho demasiadas cosas, sobre todo que las sociedades deben organizarse como Estados, que la democracia es la forma de gobierno y que hay que asegurar un sistema de derechos individuales. Pero puede que todo eso no sea tan obvio o incluso que no tenga tanto sentido.

Hechos son, sin embargo, que el Estado es una estructura de coerción tan inevitable probablemente como tendente a sobrepasar siempre los límites de lo legítimo. Existen unos profesionales de su uso, los políticos, y unos profesionales del uso de esos políticos, los poderosos. Los ciudadanos entretanto estamos invitados a una serie de rituales (votaciones, sobre todo), coerciones (impuestos, multas, presidio) y escasos premios (orden) por nuestra sumisión.

La marcha del mundo que imprimen los poderes fácticos, los poderosos, para su propio interés a través, entre otros, de los políticos, se mueve en un medio viscoso que somos las personas que sufrimos ese poder. En esa viscosidad que no es verdadera oposición sino más bien resignación disconforme, los cambios pacíficos basados en el consenso son muy limitados y más bien esos cambios sólo pueden venir de dos formas: por convulsiones violentas y a gran escala, llámense guerras o revoluciones, o bien por procesos educativos o reeducativos a largo plazo que puedan cambiar las creencias, preferencias, actitudes y hábitos establecidos.

En el convencimiento de que con el papel que nos han reservado a los ciudadanos no se puede cambiar nada substancial, uno puede pensar que al igual que con el fútbol —el otro tema banal de charla de bar—, se puede vivir sin la política. Pero hay una diferencia importante: uno puede ignorar el fútbol y el fútbol ignorarte a ti, pero si uno ignora —participe o no— la política, la política no le ignora a uno: somos la pelota, boludos...

8 comentarios:

  1. Parrita, hoy estabas inspirado. Sin que sirva de precedente, "estoy totalmente de acuerdo y, por supuesto, me adhiero". Especialmente destacado ese análisis del reparto del Estado: “Existen unos profesionales de su uso, los políticos, y unos profesionales del uso de esos políticos, los poderosos”.

    Un abrazo, Javier

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    1. Anda y vete a plantar árboles con EMP a la escuela de Santi. Pero gracias, creo que este será mi canto del cisne

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  2. Casi me adhiero al tanden Parra-Javier. Y digo "casi", pues me resisto al pesimismo, y más después del semi-respiro de las elecciones holandesas, y digo "semi" porque poco puede esperarse del también semi-ganador. Y nada de "cantos del cisne" y otros pesimismos, aunque sea complicado vislumbrar alguna luz fuera del túnel.

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    1. El 'canto del cisne' al que me refiero es al mío como bloguero, porque ya sólo me leen cuatro 'gatos', nunca mejor dicho.

      Por cierto, en ornitología aún se debate si lo de cantar antes de morir por parte de una de las dos especies comunes de cisnes en Europa es una leyenda o responde a algo real

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  3. No puedo culparte por sentirte cercano a cierto thatcherismo (cierto anarquismo siempre me ha parecido algo derechista sin ser clasista, por así decirlo), porque muchas veces uno se siente en manos de imbéciles que estropean cosas con las que no deberían jugar.

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  4. No, no es necesario "menos Estado" sino más, pero te entiendo, claro que te entiendo. Lo que pasa es que ese Estado del que se necesita más, no es el que se ha impuesto, el manejado por estos políticos a los que manejan los poderosos. En todo caso, tienes motivos sobrados para el pesimismo; puede que, en efecto, lo que ha ocurrido –la apropiación del Estado– sea inevitable, consustancial a esta especie nuestra. Y entonces pues sí, estamos jodidos.

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía