martes, 20 de diciembre de 2016

El dios de los desiertos nos separa del mundo natural



No soy muy determinista con el ambiente en los temas sociales. Soy consciente que es muy distinto nacer y criarse en un pueblecito de un valle pirenaico que hacerlo en una favela de Río o en un ático de la Quinta Avenida de Manhattan, pero también sé que de chabolas contiguas en la misma favela puede surgir un novelista y cineasta de talento y un sicario despiadado. En cambio, soy bastante “lamarckista” con las instituciones sociales que veo —sin excluir una base biológica o substrato— muy adaptadas en su origen a los diversos entornos. Para mí es obvio que los tres monoteísmos hegemónicos son religiones que llevan la impronta de haber surgido en el desierto. No sólo es que hagan énfasis en el papel de cúspide del hombre sobre el resto de las criaturas, sino que rechazan que seamos animales y combaten con virulencia el principio evolucionista que dicta que todos los organismos mantienen una continuidad esencial. 

Poseemos un núcleo automático incluso en nuestras emociones aparentemente más humanas, como la empatía, que compartimos no sólo con los primates o los mamíferos, sino hasta con los reptiles y los peces. Somos como muñecas rusas; en el interior más profundo surge, en el ejemplo anterior, la tendencia a adoptar el estado emocional ajeno, como una suerte de contagio adaptativo (se levanta un ave de un grupo posado en el suelo e inmediatamente lo hace la de al lado, sin reparar en la causa, porque si no sería demasiado tarde ante la presencia de un peligro); luego está la preocupación por otros, la consolación, que se da por ejemplo en todas la especies de monos y no sólo en los antropoides; finalmente, poseemos una capa externa que es la adopción de perspectiva, la ayuda orientada, como en la caridad o en el auxilio a un herido (que se da no sólo en monos, sino en delfines y elefantes). Con esto no quiero decir que todos los animales posean estas capas, pero los que las poseen, como los humanos o los chimpancés, mantienen una conexión íntima entre las capas más recientes evolutivamente y las profundas y “primitivas”. El primer principio evolutivo dice que todas las especies son producto de un mismo proceso, incluso lo creen así los creacionistas (el proceso en su caso es la Creación ex profeso), pero el segundo no es tan aceptado: que entre nosotros los humanos y el resto de las formas de vida hay una continuidad, no sólo corporal, sino también mental.

Volviendo a esos desiertos muñidores de los monoteísmos: con monos por doquier, como en los hábitats tropicales,  ninguna cultura selvática ha producido nunca una religión que haya colocado a las personas fuera de la naturaleza. Tampoco las religiones orientales, rodeadas de primates nativos como en la India, Japón y China, trazan una línea clara entre los seres humanos y el resto de los animales; un pez puede ser un dios, y los monos frecuentemente, como el dios Hanuman. Sólo en las sociedades que surgieron en ambientes donde no existían animales que se nos parecieran se establece esa nítida separación.

La reacción de los occidentales que, aunque en regiones más húmedas, habían heredado esas religiones monoteístas, ante los primeros primates es sumamente reveladora. No se podían creer lo que veían. En 1835, cuando Darwin aún no había publicado su famosa teoría, llegó al zoo de Londres un chimpancé macho, al que vistieron de marinero. Luego llegó una hembra de orangután, a la que le pusieron un vestido de mujer. La reina Victoria fue a verlos, y quedó horrorizada. Describió a los antropoides como “siniestros y penosa y desagradablemente humanos”. Cuando los vio el joven Darwin, compartió la conclusión de la reina, aunque no su repulsión, al contrario, afirmó que cualquiera que estuviese convencido de la superioridad humana debería echar un vistazo a aquellos monos.

La psicología tiene una raíz religiosa hasta en su etimología, al fin y al cabo Psique era la diosa griega del alma o el espíritu, y esas raíces religiosas se reflejan en la continuada resistencia al segundo mensaje de la teoría evolutiva.

El viejo proverbio bereber de que Dios hizo el desierto para que el hombre pudiera pasear tranquilamente solo, que acude a mi cabeza cuando intento caminar por las calles comerciales de Madrid en plenas navidades, se opone al chino de que ese mismo dios, pero más probablemente otro bien distinto, hizo al gato para que el hombre pudiera acariciar a un tigre.


9 comentarios:

  1. Recuerdo un antiguo post de tu desaparecido blog en el que, sobre este mismo asunto, considerabas jocosamente el monoteismo como una muestra más de la tendencia al monocultivo propia de los climas poco fértiles. Me pareció bien traído, literariamente hablando, y por eso lo saco a colación.

    (Por cierto, tengo la idea de que tú, como administrador, sigues pudiendo entrar en tu antiguo blog. Al menos cuando a mí me pasó lo mismo con el mío conservé el acceso cuando el blog ya no estaba visible, y gracias a eso pude recuperarlo y republicarlo en una nueva dirección, comentarios incluídos. En tu caso esta recuperación total no ha sido posible, porque lo que blogger hizo fácilmente con las ciento y pico escasas entradas del mío es incapaz de hacerlo con archivos del tamaño del tuyo, de más de mil quinientas entradas y veinticinco mil comentarios; pero sigue existiendo la posibilidad de republicar una a una las entradas de tu antiguo blog a las que tú sí puedes acceder, y quizás deberías planteártelo).

    Volviendo al asunto, tu análisis me parece, en conjunto, bastante acertado. De hecho, en la tradición mística cristiana, "el desierto" ha sido y sigue siendo el lugar privilegiado del encuentro con Dios.

    No todos los monoteísmos combaten con virulencia la teoría de la evolución, ni siquiera el principio evolucionista de la continuidad esencial de todos los organismos. No hay nada en este principio que se oponga a la más estricta ortodoxia católica. La Iglesia no condena la teoría de la evolución, ni encuentra tampoco en ella nada esencialmente contrario a la fe católica. Se puede creer en un Dios creador del Universo que lo "puso en marcha" para que se desarrollara exactamente del modo en que la ciencia va postulando que lo ha hecho, icluída la Evolución. Y esta creencia, aunque incluya un Dios creador, no es lo que se conoce como "creacionismo", que es una tontería solo postulada por algunas iglesias cristianas no católicas y por algunos creyentes sueltos, por su cuenta y riesgo y sin sanción eclesiástica. Yo, por ejemplo, que creo en un Dios creador, no soy "creacionista": creo que la evolución actúa ciegamente, al azar, sin ningún "principio antrópico" ni ningún Dios velando cuidadosamente por que se desarrollen las mutaciones oportunas, les salgan manchas a los animales que deben camuflarse y garras a los que deben cazar.

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  2. Interesante ping pong ;-) En mi humilde uso de la lengua e interpretación del pensamiento, siempre he "sentido" que Dios puede ser, aunque no exista. Como el amor, que es, pero no existe. O la luz. Existir requiere algo más carnal. Para mí existe aquello que come y caga. Ahora, si alguien me dijera: "esta es la mierda de Dios" y tuviera pruebas fehacientes de ello, creería en la existencia de Dios. Sabemos que Cristo existió, fuera o no fuera el hijo de Dios. Cristo comía y cagaba. Por tanto, para mí, esta bien celebrar la Navidad, aunque el pobre primer grunge de la historia (así me lo imagino), ni siquiera naciera el 25 de diciembre. Seguimos celebrando el solsticio, que es lo que cuenta. Porque nosotros sí existimos, estrictamente (aún) ligados a la naturaleza.

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    1. Disiento en casi todo tu comentario.

      Comparar la no existencia de Dios con la del amor me parece negar las evidencias (a favor del amor, claro)

      Y no todos los historiadores admiten la existencia de JC, muchos consideran que es, por una lado una mezcla de rabinos y predicadores heterodoxos que surgían como setas en la época, y por otro, un invento de Pablo. La única regferencia de un historiador coetaneo con su figura es la del Flavio Josefo en una referencia marginal.

      En cuanto a lo de que no existe nada que no toques o veas, desde el ADN a los átomos... qué quieres que te diga, tu mundo 'real' es muy limitado, como el de un campesino medieval pero sin Dios, te digo sin acritud y agradecido de que aparezcas por aquí

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    2. ja ja. por supuesto ;-) me refería más bien al sentido estricto del "existir", que para mí tiene un significado unido a la conciencia. ¿Existe una roca?

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    3. Hola, SBP. Nunca había sabido de nadie que relacionara "existir" con "tener conciencia". Me temo que compartes ese supuesto "significado estricto" de existir con muy poca gente, si es que con alguien. Tal y como yo entiendo el verbo, desde luego que existe una roca. Si la tengo a la vista, o puedo tocarla, o simplemente he visto una foto suya, o alguien de mi confianza me ha asegurado que "hay" esa roca, a mí no me cabe la menor duda de su existencia. Y existen el ADN y los átomos, y el amor, y las conjunciones copulativas, y la teoría de la relatividad, y el paludismo, y la palabra "existir", aunque no tengan conciencia y ni siquiera podamos verlos ni tocarlos. La DRAE define "existir" como "ser real y verdadero". No es una gran definición, pero por ahí va la cosa, creo, sea cual sea el grado de estrictez que pretendas.

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    4. Hola, Vanbrugh,nada, una cosa de Heidegger que siempre se me quedó: "Sólo el hombre existe. La roca es, pero no existe. El árbol es, pero no existe. El caballo es, pero no existe. El ángel es, pero no existe. Dios es, pero no existe".

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    5. Vaya, SBP, pues rectifico. Mis disculpas, esto me pasa por inculto y bocazas. Compartes tu estricto significado de "existir" al menos con Heidegger, que no es poco compartir.

      (Ahora, sigo sin estar de acuerdo, tampoco con Heidegger).

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  3. Siento haber borrado por error seis comentarios de Vanbrugh, Ozanu y respuestas mías a ambos

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    1. Aquí van en desorden:

      Vanbrugh: Evidentemente, es superfluo. El Universo puede explicarse sin Dios, es decir, Dios no es necesario para explicarlo, es decir, es superfluo. Si no lo fuera la idea de un creador sería un postulado científico más, no haría falta "creer" en él y no habría científicos ateos. Pero ser superfluo no significa nada más que eso. El Universo puede explicarse también sin mí, por ejemplo. Soy enteramente superfluo. Y ello no me impide en absoluto existir.

      Vanbrugh: Es curioso porque, a pesar de ser nuestras posturas sobre esta cuestión opuestas en lo fundamental, también en esto coincido. Dios no me hace falta a mí tampoco, ni como explicación de nada (como ya queda dicho) ni tampoco como fuente de mi comportamiento moral. De hecho no creo que mi comportamiento moral difiera básicamente del tuyo, solo en detalles concretos. Pero creo que nuestros principios morales son sustancialmente los mismos, y que ninguno de los dos necesita que haya o deje de haber un dios para comportarse como lo hace.

      Vanbrugh: Esa es la cuestión a que me refería, para los creyentes Dios no es necesario. Es, gozosamente, a secas. Necesario es el tronco al que se aferra el naúfrago para no ahogarse, el trabajo a que debo yo someterme para cobrar todos los meses... Las relaciones que merecen la pena son felizmente innecesarias, gratuitas y porque sí.

      Yo: Pero no es la idea básica del post, Ozanu.

      Yo: Vanbrugh, estoy de acuerdo en la distinción entre Creación ( o Creador) y creacionismo, pero las dos me resultan superfluas, aunque la segunda sea mucho más tonta.

      Yo: Y por eso yo no puedo decir que Dios no exista, como tú no puedes demostrar que exista. Yo sólo digo que no me hace falta, en ninguna de sus posibilidades, ni como explicación de nada ni como fuente de mi comportamiento moral.


      Yo: Sí coincidimos mucho. Por otro lado entiendo que si a ti la idea de Dios te hace feliz la mantengas, como a mí me resulta casi indiferente (mi hostilidad es más bien hacia las religiones organizadas, la idea de cada cuál me parece estupendo)

      Ozanu: El budismo concede que el ser humano es el único (o el más preparado, las interpretaciones varían) para alcanzar la iluminación, pero no la niega a otros seres, animales o dioses, aunque en la postura más antropcéntrica haría falta una reencarnación en ser humano.

      Ozanu: Por otro lado, interpreto tu entrada como que, después de salir de África, el hombre olvidó sus orígenes por verse en un ambiente extraño. Quizás cambie de idea dentro de unos días, pero esta idea me hago ahora.

      Publicado por Ozanu para Periquitos muertos a las 20 de diciembre de
      Ozanu: El budismo concede que el ser humano es el único (o el más preparado, las interpretaciones varían) para alcanzar la iluminación, pero no la niega a otros seres, animales o dioses, aunque en la postura más antropcéntrica haría falta una reencarnación en ser humano.

      Por otro lado, interpreto tu entrada como que, después de salir de África, el hombre olvidó sus orígenes por verse en un ambiente extraño. Quizás cambie de idea dentro de unos días, pero esta es la que me hago ahora.

      P.D: Lo he reescrito por haber cometido un pleonasmo.


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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía