jueves, 22 de diciembre de 2016

Momento decisivo





Cada vida es única en sus momentos claves, pero otra cosa bien distinta es ser consciente de vivir esos momentos irrepetibles que a veces no son el final o el comienzo de una guerra, sino algo más decisivo: el final o el comienzo de una época. Así que yo no fui consciente de nacer en uno de esos históricos momentos decisivos. Nací en Madrid, una ciudad de los hombres que no de los coches. Una ciudad acojonada por los vengativos vencedores, pero cuyo corazón discreto todavía era un foro, no un aparcamiento. Una ciudad en el campo, aunque ya asomaran, como relató Pio Baroja, los limbos borrosos del extrarradio, donde ya no hay ciudad pero aún no es campo.

La ciudad en el campo, dos mundos antiéticos y por tanto complementarios; al norte la limpia sierra, al sur los atochares y los yesos alcarreños. La inmensidad de los campos le daba su valor a ese universo cerrado construido en piedra; la enormidad cambiante que la rodeaba se valoraba por ese mundo cerrado y artificial. Tal vez nunca, a unos minutos en el desvencijado tren o en los escasos coches, le fue dado al hombre cambiar así de fácilmente no sólo de mundo sino de siglo. El pasado campestre, el futuro urbano.

Pero ahora sé que ese estado de cosa duró un instante, que hemos dejado pasar. Pues hoy la ciudad, lo mismo que el campo, tiende a disolverse en un único y opresivo extrarradio. Un mundo en el que los establos, los cultivos y los prados y bosques, pero también las últimas ciudades se hundirán en un océano de ladrillo, hormigón y “espacios verdes”, como otrora las aldeas se perdían asediadas por los extensos bosques. Esta confusión de la ciudad y el campo es sólo el paso a la constitución de una urbe total y entonces no habrá forma de escapar ni de Babel ni del vientre del gran Pan.

9 comentarios:

  1. Curioso, justamente acabo de escribir sobre Madrid, desde la idea que me persigue hace años de que los actuales madrileños, con tantos agobios, prisas y coches, han dejado de conocer. Aún así, creo que todavía Madrid está ahí, esperando a que sus habitantes lo reconozcan.

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    1. Pues acabo de leer tu entrada y sólo puedo decir que creo que Lansky habla menos de Madrid en sí que se la transformación, ocurrida en otros puntos de planeta, de la ciudad tradicional a la moderna. No se anulan, pues.

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  2. Creo que una mayoría de madrileños conocen y reconocen, aman y detestan, como yo, su ciudad. En cualquier caso, mi intención está más cerca del comentario de Ozanu. Remedando la famosa canción, pongamos que no hablo 'sólo' de Madrid.

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    1. Si por mayoría entendemos más del 50%, estoy casi convencido de que no, de que la mayoría de residentes en Madrid no conocen y reconocen su ciudad.

      Y, en cualquier caso, ya sé que no hablas sólo de Madrid. Mi comentario nació de que me resultó curioso que hablaras (también o a partir de) Madrid cuando justamente acababa de escribir sobre mi paseo por la ciudad.

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    2. ¿Más del 50%, menos del 50%? Bueno, puede que tú poseas datos de encuestas que yo no tengo, no digo que no.

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    3. No, un simple muestreo entre los muchos madrileños que conozco.

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    4. Entendido. En cambio, los madrileños que yo conozco conocen a su vez Madrid, yo, sin ir más lejos.

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía