domingo, 24 de mayo de 2020

No soy nacionalista ni tampoco soy un pájaro


Para los que no han llegado a entender la Evolución y creen que es la historia de un progreso ascendente, que naturalmente conduce a nuestra especie, y no unas geniales ocurrencias tan oportunistas como azarosas (el azar y la necesidad) que adaptan a toda la multitud de los seres vivos a los ambientes más variados, les sorprenderá saber la superioridad de las aves, esos dinosaurios persistentes, sobre nosotros y no solo por el vuelo, aunque sí relacionado con él. Los pulmones, por ejemplo, son mucho mejores que los nuestros ya que están capacitados para extraer el oxígeno tanto al inhalar como al exhalar, merced a los sacos aéreos que desde los pulmones se extienden e hinchan incluso hasta el interior de sus livianos huesos, de modo que al expulsar el aire retenido vuelven a tener ocasión de tomar ese oxígeno, como válvulas de doble entrada. Por supuesto tienen mejor vista y muchos otros detalles envidiables, como la configuración de los tendones y músculos que cierran y abren los dedos de sus patas, ya que si se encuentran relajados, sin esfuerzo, se cierran y se aplica ese esfuerzo al abrirlos lo que les permite permanecer agarrados a una rama por tiempo indefinido; prueba a hacerlo tú colgado de ella. Bien, valga este excurso para demostrar nuestro verdadero sitio en el planeta, que es ocuparlo todo y además transformándolo todo, no siempre para bien, ni siquiera para nosotros mismos. Eso es lo que hacemos con nuestras manos, liberadas de la locomoción y además aptas para la manipulación delicada, y con nuestros cerebros hipertrofiados, cuya razón, o sus sueños, también producen monstruos además de lavadoras y satélites artificiales.


Esa transformación no afecta solo a lo material o físico, también a lo imaginario, como todo lo que se refiere a la cultura, no entendida esta como simple ornato, sino como la entienden los antropólogos, todo el utillaje material e inmaterial, desde los cubiertos de mesa a las canciones de cosecha. Uno de esos inventos o por mejor decir invenciones es el dinero, tan relevante como la rueda o la escritura, dioses más o menos inmateriales. Otro son las naciones que algunos ensayistas la denominan también dioses útiles. Útiles pero peligrosos, añado, porque la idea de nación siempre implica la de identidad nacional, que es una construcción histórica producto, sí, de acontecimientos decisivos, pero también de otros perfectamente contingentes. El paso de una idea como la identidad nacional a otra que sostenga que esa identidad, en parte tan decisiva e inexistente materialmente como el dinero, es superior a las demás y que está abocada a un destino más alto, es fácil de dar y se ha dado muchas veces, siempre con resultados desastrosos para propios y extraños. A eso lo llamo nacionalismo.


Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Rusia, el Imperio turco, Estados Unidos o los países latinoamericanos son construcciones nacionales relevantes y cada una peculiar, unas como antiguas colonias, otras como amalgama de tribus o regiones, pero todas producto también de múltiples factores perfectamente contingentes. No hay pues nada atribuible a un designio providencial o misterioso; no hay tampoco ningún genio colectivo que al modo del de la lámpara de Aladino, habite desde hace milenios (nunca menos) entre los nativos de un país.


Construir identidades no se acaba con las admitidas en la ONU, claro, sin ir más lejos ahí está, además de la española, la vasca, catalana o gallega, incluso la andaluza. Para entender algo tan meridiano como complejo o diverso en sus detalles pero común en lo esencial, hay que desprenderse de las emociones o someterlas a la razón y el conocimiento histórico. Qué fácil es decirlo: someter los sentimientos a la razón, cuando lo fácil y lo utilitario a corto plazo es poner la razón, incluso cuantificada, al servicio de los sentimientos. Por eso yo me cago en todas las patrias, empezando por la que el azar de mi nacimiento me ha adjudicado, pero desde luego no me limpio el culo con el papel moneda. Mejor me lo limpio con las banderas. Yo no me siento español, salvo en el lenguaje materno y en la comida, aunque me encantan muchos otros idiomas y multitud de gastronomías. Tampoco me siento pájaro, aunque a ratos me gustaría, pero es un hecho que me daría igual ser catalán que autrohúngaro.


3 comentarios:

  1. Me sigue preocupando mucho que Europa haya tirado por la borda el Espacio Schengen. Aunque ahora den marcha atrás, que haya habido o haya una frontera a las personas entre Italia y Francia, por ejemplo, nos hace saltar hacia épocas pasadas. "Haced flash back!" ordenaba el alcalde en un discurso en "Amanece, que no es poco". Me siento asi.
    Si fuera un hecho aislado, vaya y pase, pero cuando hay tanto tonto muy suelto de cuerpo pidiendo y aplaudiendo la restricción de entrada a extranjeros, aunque al hacerlo condenen a la ruina a regiones enteras de su amada patria, lo leo como un signo de de los tiempos, un presagio mas bien. Extranjeros digo, ¿No eran todos europeos?.
    El paralelo que tiras entre la evolución de las especies y la evolución del sentido de pertenencia me lleva a la epoca de entreguerras. Ese periodo donde muchas naciones que venian mal aspectadas en organizacion social se convirtieron en dictaduras. Del proletariado y de las otras.
    Hablando de peliculas españolas, hace semanas que me siento en "Las largas vacaciones del 36", cuando una espera ociosa presagiaba años de horror por venir.
    La incompetencia de las naciones en sus respuestas a problemas comunes me da cierta esperanza de que una ciudadanía decida poner coto a las pretensiones de control.

    Chofer fantasma

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Chófer, no te había reconocido al colgar tu comentario como anónimo. Creo que la especie humana tiene dos pulsiones contradictorias, como tantas otras, entre el deseo de socializar, de pertenecer a un grupo, y el deseo a rechazar a los distintos, que paradójicamente refuerza lo primero. Es una versión antropológica de otra ética, la del egoismo frente al altruismo; ambas deben ser útiles en distintos momentos y por eso, pienso yo, ambas de conservan, incluso en el mismo individuo. Algunas mentes más deseosas de simplicidad se esfuerzan en afirmar que nuestra especie es altruista o por el contrario egoista, pero es ambas cosas.

      Eliminar
    2. Eso también lo percibo en la pandemia actual, y por eso tantos escriben que está sacando lo mejor de nosotros, y otros afirman que lo peor. Pero ambas cosas están sucediendo y mientras seguimos hipnotizados con ese asunto idealista de la naciones

      Eliminar

Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía