lunes, 8 de febrero de 2021

'América' me debe una explicación

 


Me deben una explicación (pero me la tengo que buscar yo). Me la deben esas decenas de millones que votaron a Trump en las últimas elecciones estadounidenses. No hablo de payasos profesionales con cuernos de bisonte que atacaron el Congreso. Hablo de los que depositaron su voto a favor de un obvio sociópata que además empeoró objetivamente sus vidas ya precarias. De acuerdo, a Trump le voto esa mitad del país ignorante y receloso de las élites estadounidenses, un país dentro de otro país marginado y ‘marginal’. Cuesta entenderlo porque no es buena ni lógica forma de recelar de las élites votar por un multimillonario. Cuesta entenderlo pero lo voy a hacer.

La historia que se cuenta de Estados Unidos es una historia absolutamente falsa. Es la historia edulcorada de los peregrinos del Mayflower, de Pocahontas y John Smith, de la conquista del Oeste y del destino manifiesto, de los hombres hechos a sí mismos y del ascenso social, de la democracia plena y la búsqueda de la felicidad escrita en sus escritos fundacionales, la Declaración de Independencia y la Constitución; de senadores y no de lores (se supone que el Senado no es la Cámara de los Lores, aunque aquellos tengan más prebendas en EEUU que estos en el Reino Unido). De las cabañas de troncos y los pioneros de tricornio, jubón y calzas y largos rifles de avancarga. Y sobre todo, un país sin clases, o que oculta sus clases, o en la que la inmensa mayoría son de clase media (¿con relación a qué?). Es un país de triunfadores, de antiguos libertarios religiosos, de emprendedores liberales, de implacables hombres de acción forjadores de imperios. De la roca de Plimouth y la Pensilvania de William Penn.

En realidad Inglaterra consideró a las colonias del Nuevo Mundo como un erial sin dueño que había que explotar y repoblar con su propia escoria sobrante de delincuentes y prostitutas, apenas siervos desprovistos de la única legitimidad, la posesión de tierras, que utilizaban como arrendatarios de administradores de los lejanos inversores de la metrópoli que jamás pusieron el pie allí. Recomiendo no creer nada de la historia de Estados Unidos que se enseña a los escolares norteamericanos. Y no sólo por las omisiones al genocidio indígena, sino porque se omite la raíz inicial de esos americanos de segunda categoría (la tercera son los esclavos negros) que son algo más ínfimo todavía que el proletariado europeo de la época, puesto que se consideraban como el mal ganado, con hijos defectuosos desde su nacimiento. Esa clase social, por llamarla lo que es, sigue existiendo y es la base social de los votantes de Trump y esa subcultura anómala, como si de una tribu de caníbales se tratase, que contrasta con la de las excelentes universidades elitistas de Estados Unidos. Dos países en uno, irreconciliables, irreconocibles. Invisibles o visibles, despreciados o reclamados como los auténticos americanos; son la prueba de que la sociedad estadounidense le obsesionan las etiquetas mutantes que asignamos a los vecinos que deseamos ignorar. La escoria blanca es el hilo narrativo de la historia de este magnífico país que integra el núcleo de su verdadero relato nacional. Una parte fundamental de su historia.

Pero es el país más desigual del mundo, con pobres muy pobres (el Cuarto Mundo) en el país más rico del mundo abandonados a su suerte, pero rodeados de riqueza, y especuladores riquísimos e intocables. Y esa desigualdad se remonta a sus orígenes, al siglo XVI y XVII y las primeras colonias inglesas. Es muy significativo que en un país que se dice una república que no heredó las rígidas clases sociales inglesas, haya tantos términos para distinguir a los marginados rurales, el más conocido es el de ‘basura blanca’, White Trash, pero hay muchos más; clay-eater (comearcillas), cracker o corncracker (mascamazorcas), hillbilly (rústico, cateto, pueblerino), lubber (patán, palurdo), mudsill (pies embarrados), piney (morador de pinares, montañés), redneck (destripaterrones), rubbish (basura), sandhiller (habitantes de los pantanos), tar-heel (talón de brea), tráiler trash (que viven en caravanas), waste people (morralla humana), waste (desecho). En definitiva perdedores (losers), bribones, zarrapastrosos, catetos, paletos, palurdos, gañanes, destripaterrones, basura, morralla, escoria… Eso sí: blancos; los negros es otro asunto, un asunto que para su autoestima está, se supone por debajo de ellos, aunque algunos sean titulados por Yale o Harward y alguno haya llegado a presidente.

Sin embargo, hay que tener cuidado con la baqueteada saga de razas inferiores (pero blancas) estadounidenses. Benjamin Franklin (nada menos), Thomas Jefferson, Davy Crocquett, Theodore Roosevelt, Erskine Caldwll, James Agee, Elvis Presley, Lyndon B.Johnson, Billy Carter, Bill Clinton, Sarah Palin y Dolly Parton pertenecieron a esa clase, aunque a unos se les note más que a otros. Por mi parte, y con permiso del excelso cine europeo, mis directores favoritos son estadounidenses, aunque emigrados; mi música favorita es el Jazz en todas sus épocas, incluido el esotérico Be-Bop, el primer rockanroll y el blues, dejemos aparte mis adorados Bach y Mozart; algunos de mis escritores favoritos de ahora y de antes son o eran estadounidenses y como naturalista Estados Unidos me parece un paraíso paisajístico y en su biodiversidad, con diez veces más especies de árboles que Europa, que en comparación parece un solar vacío con algunas plantitas. Mi cine favorito es el western de la época dorada y el cine negro de los cincuenta; mi socialista favorito, con permiso de Olof Palme, es Franklin D. Roosevelt. Por gustarme Estados Unidos, donde nunca viviría pero adonde siempre iría, debo decir que hasta me hace gracia, tomando el todo por la parte, figura retórica abusiva donde las haya, llamen a su República como a todo el continente, América, y a sí mismos, simplemente, ‘americanos’. Lo demás son los extraños vecinos del norte y su patio trasero, en el que se entrometen cuando quieren.


 


 

2 comentarios:

  1. ¿Y porque te asombra Trump y no Vox? ¿Y que me cuentas de Erdogan? Todavia mas si consideramos que la distancia fisica/cultural/economica entre un campesino de West Virginia y un profesional de Silicon Valley es mayor que la que hay entre un campesion de Puglia y un comerciante de Berna.
    Parecen ser parte del mismo fenomeno de fractura de las sociedades por lineas de clivaje recientes. Quizas algunas vez se suelden esas fracturas, o quizas se terminen separando de hecho y de derecho

    Chofer fantasma

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    1. Trump no me asombra. ¿Dónde he dicho yo eso?
      Fractura de sociedades, tectónica de locos

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía