jueves, 18 de febrero de 2021

Ser tonto no es delito

 

Puede parecer paradójico, pero el pasado, en cierto modo o bajo cierta perspectiva, es más impredecible que el presente y hasta que el futuro inmediato. Porque el pasado cambia. Lo hace a medida que vamos sabiendo más cosas de él; se producen nuevos descubrimientos o se modifica, ampliándola o profundizando, la perspectiva. Se buscan nuevos ángulos y de la lista de reyes y batallas se pasa a indagar en las vidas de las gentes corrientes. Y además el pasado cambia porque cambia nuestro presente y este condiciona nuestra mirada. En tiempos optimistas y benévolos se contempla el pasado como una oscura barbarie. En tiempos pesimistas y de crisis podemos ver ese mismo pasado como un anuncio del presente. Y luego está el mito del eterno retorno y la circularidad de la historia, ideas más orientales y hasta budistas que de estos lares. Tras la derrota de los fascismos parecía haber surgido una cesura con ese tremendo pasado inmediato, pero ahora regímenes autoritarios y xenófobos vuelven a surgir en esta misma Europa, tan optimista hace escasas décadas. Y como en la Alemania de Hitler, personajes y partidos impresentables hace poco empiezan a ganar democráticas elecciones. Hay todo un subgénero de ensayos de politólogos que estudian, esa sí, paradoja.

Que el hombre sea el único animal que tropieza en la misma piedra (lo que no es cierto pero tiene algo de cierto) puede resultar hasta entrañable a la hora de contemplar a nuestra especie, pero que lo hagan sociedades enteras ahora que tanto se habla de memoria histórica, absolutamente desmemoriadas es pavoroso. Da miedo. Ahora no hay golpes militares pacíficos, como la bienaventurada Revolución de los claveles de Portugal de abril de 1974, y en cambio hay movilizaciones civiles de protesta absolutamente violentas, aunque esa violencia la protagonice una minoría de vándalos (seguro que ellos se consideran vanguardia activa frente a tantos borregos con pancartas), como la más reciente a favor de la libertad de un mediocre rapero de Lérida y de paso de la libertad de expresión. Y expresivos sí que lo son.

Ese héroe cabreado de la libertad de expresión es el que le dijo a un testigo en contra en un juicio anterior “ya de pillaré, hijo de puta”. Pero aquí no conviene confundir medios y fines. Los fines son loables: defender esa libertad esencial, pero algunos medios violentos, arrasando ciudades y comercios y enfrentándose a la policía, no lo son. Nuevamente hay que insistir en la vieja pamema de que los fines no justifican los medios. Y no sólo eso, algunos medios desacreditan los fines por loables que estos sean. ¿O acaso no estamos hablando de la violencia de las manifestaciones y no de los legítimos motivos de la protesta? Claro que para esos violentos el fin es esa violencia y el motivo de la manifestación sólo un pretexto. Hay bandas rivales de violentos que se citan para darse de hostias con palos y puños y hasta cuchillos. Otros o los mismos prefieren cualquier manifestación ciudadana —¡cívica!— para enfrentarse a la policía. Simplemente.

Yo no quiero que el rapero ese vaya a la cárcel. No considero que la estupidez y la falta de talento, incluso la mala follá como dicen los andaluces, sea delito. En cuanto a la libertad de expresión y su defensa también lo tengo claro: no creo que deban existir los delitos de opinión, sólo los de odio, los que incitan a masacrar o perseguir a otros, siempre más débiles. Los Borbones, con los que se metía el rapero, no son precisamente débiles y a mí en concreto la institución que representan me parece ociosa (nuca menor dicho), prescindible y, por qué no, odiosa, al igual que esa familia. Y repito ser tonto, feo y sin talento no es delito, pero destrozar una ciudad y atacar a los que se supone que la sociedad ha dado el monopolio de la violencia (controlada y proporcional) precisamente para que el resto social no la tenga que ejercer sí lo es.

4 comentarios:

  1. Se acaba de morir Larry Flint, a quien la censura convirtió en mártir y también ayudó a volverlo rico. Cuando un gobierno decide castigar al que dice "barbaridades" o "groserías", que tenga presente que al hacerlo está ascendiendo al castigado al Olimpo y que sopese si desea tener a ese semidios de allí en más incrustado en la cultura.
    Esto es archisabido, y me pregunto que hizo olvidar a los que quieren meter en gayola al rapero.
    Chofer Fantasma

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  2. Buena entrada, aunque quisiera hacer un par de puntualizaciones:

    -En el artículo que enlazo abajo, se aclara que, además de amenazar a un testigo, Hasel atacó a un periodista durante un encierro en la universidad de Lérida (en 2016, no relacionado con el momento de su detención). Explica además que, en efecto, no corresponde una pena de prisión por los hechos de los que es culpable, pero el hecho de que reincidiera en sus injurias, así como tanto la amenaza como el ataque han hecho que se crea conveniente su ingreso en prisión.

    -Esto me lleva a concluir que, si bien como dices no es delito ser tonto, a Hasel lo han encarcelado por sus tontas acciones. No obstante, el hecho de que su ingreso en prisión haya seguido a la revelación de las corruptelas del Emérito* y a ciertas noticias sobre brutalidad policial ha hecho que existe impunidad cuando el que comete el delito es de derechas... Sensación esta que se revela un espejismo cuando se consultan las actas judiciales, pero gobernar no es sólo hacer las cosas bien, sino que se sepa que se hacen bien.

    *Al Emérito lo llamo yo como cierto medicamento que provoca el vómito. Lo digo así porque no quiero ser yo el siguiente.

    https://hayderecho.expansion.com/2021/02/19/una-verdad-a-medias-es-una-mentira-completa-sobre-hasel-en-prision/

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    1. Pues sí. No deja de ser paradójico que un intransigente energúmeno como este se convierta en emblema de la libertad de expresión

      Lansky

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía