martes, 24 de marzo de 2020

Ya estamos andando: de cómo es mejor ser cobrador que conductor de un autobus, tercera entrega




Hoy sabemos que el sedentarismo, uno de los males de nuestro tiempo, es perjudicial para la salud y que andar, simplemente andar, tiene beneficios indudables. Pero eso no lo hemos sabido hasta hace poco y gracias a los típicos autobuses rojos de dos pisos de Londres. En la década de 1940, un médico del Consejo de Investigación Médica de Gran Bretaña, Jeremy Morris, estudiaba la creciente incidencia de ataques cardiacos y enfermedades coronarias. Descubrió que no sólo estaba relacionada ese alza con la edad o el estrés crónico, como se creía entonces, sino con los niveles de actividad. Financiar un estudio a gran escala no era posible con un país saliendo de la Segunda Guerra Mundial y haciendo de la necesidad virtud, ideó un sistema de toma de datos tan ingenioso como barato: los típicos autobuses londinenses de dos pisos, como laboratorios perfectos para sus propósitos. En cada uno de esos mastodontes tan simpáticos había un conductor que pasaba toda su vida laboral sentado y un cobrador que recorría los asientos y subía y bajaba al piso superior picando los billetes, siempre de pie. Nada más sencillo que comparar ambos ideales grupos. Durante dos años hizo un seguimiento a un total de 35.000 conductores y cobradores, y descubrió que, tras ajustar las demás variables, los conductores, por buena que fuera su salud general, tenían el doble de probabilidades de sufrir un ataque cardiaco que los cobradores. Por primera vez alguien demostraba un vínculo directo y mensurable entre ejercicio y salud.


Desde entonces multitud de estudios han ratificado esa conexión. Caminar regularmente reduce en un 31 por ciento el riesgo de  ataque cardiaco o apoplejía. En 2012, como si dijéramos ayer mismo, se encontró que a partir de los cuarenta años, el mero hecho de andar 11 minutos diarios generaba 1,8 años más de esperanza de vida. Ahora siga usted, cómodo lector, yendo a por el periódico y el pan en coche. 


El ejercicio fortalece los huesos, aleja el fantasma de la osteoporosis de la ancianidad, potencia el sistema inmunitario, nutre las hormonas, disminuye el riesgo de contraer diabetes y varios tipos de cáncer (incluidos los de mama y colón), mejora el estado de ánimo (las famosas endorfinas) y retrasa la senilidad. No hay pastilla milagrosa que supere todo eso, porque una hora diaria en lugar de 11 minutos incrementa la esperanza de vida en casi un lustro.


Otra cosa que sabemos del ejercicio, y sobre todo andar, es que la mayoría de nosotros no hacemos el suficiente. No os voy  a aburrir con más estadísticas, todas muy expresivas. Yo sólo añadiré una más que no suele citarse en los estudios clínicos: ayuda a pensar, hasta el punto de que a veces creo que son casi lo mismo o incluso que andar pensativo es una redundancia. Son innumerables los filósofos peripatéticos, los pensadores andarines, los peatones geniales y los conductores cerriles, desde Sócrates a Rousseau, Heidegger y demás. Seguiré informando.

2 comentarios:

  1. Hace poco tiempo que fui a un zoo. (Soy contrario a su existencia, pero no supe oponerme oponerme a la ilusión de los críos de ver al natural animales exóticos.) Allí había varios tigres confinados en un espacio bstante reducido. Llegamos en el momento en que se les alimentaba con grandes pedazos de carne lanzados desde todos los ángulos del recinto, lo que constituye un espectáculo comentado por una voz que sale de unos altavoces y que iba explicando a los asistentes las características y los hábitos de los tigres. Al parecer, son animales solitarios; pero allí se habían acostumbrado a convivir, entre otras cosas porque no tenían que competir por la comida. Uno de los tigres era inusualmente viejo y todos tenían sobrepeso, a causa del sedentarismo al que estaban obligados. La voz del altavoz nos dijo que los tigres confinados -y con sobrepeso- solían vivir mucho más tiempo que en libertad. Y la explicación que daba es que en libertad el tigre vive con mucho estrés, pues, a pesar de ser el mayor depredador de su hábitat, ha de defender con uñas y dientes -nunca mejor dicho- su territorio y enfrentarse a otros depredadores.

    Esto es: entre la falta de ejercicio y la falta de estrés, entiendo, por el ejemplo del tigre, que debe ser mucho más saludable la falta de estrés.

    Entre el conductor de autobús y el cobrador, ¿no será que el conductor padece mucho más estrés que el cobrador?

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    1. Se pueden aducir causas muy diferentes para la longevidad de los tigres cautivos. Un depredador como el tigre tiene que ser un joven atleta que se enfrenta a otros jóvenes atletas, sus presas, que no se lo ponen nada fácil. La mayoría de los grandes (y pequeños) predadores mueren de inanición cuando van perdiendo facultades con la edad.

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía