Según Emilio Lledó en la Grecia clásica cuando dos
desconocidos se encontraban frente a frente uno de ellos decía “habla para que
yo te conozca”, aunque algunos se la atribuyen a Sócrates cuando recibía por
primera vez a un discípulo, y yo a Lledó. En cualquier caso es hermosa esa
forma de darle prioridad a la palabra para conocernos y es algo que sigue vigente, incluso
cuando la practican mentirosos como Trump o simuladores como la mayoría de los
políticos en activo y pasivo. En el caso de los blogs se da incluso entre los
lastimosos trolls anónimos cuando sueltan sus maledicencias: hablan y se les conoce, ya lo creo.
Pero hay otras formas de conocerse. Lo que hacemos; que no
siempre es lo que somos pero da pistas. Creo que ya he contado aquí esta
anécdota, pero me encanta. En una época en que Darwin ya era plenamente
conocido y publicado El Origen su hijo George estaba jugando con un compañero
de estudios y le preguntó a este “¿Dónde hace tu padre lo de los percebes?”. Se
daba el caso de que por entonces Darwin estaba enfrascado en una monografía
sobre los cirrípedos, percebes y demás criaturas incrustantes, y para no ser
molestado por sus tres hijos se recluía en un invernadero en desuso. Lo bonito
es que para George todos los padres se dedicaban a destripar concienzudamente esos
bichos.
Deberíamos pedir, aunque no suele hacer falta, que nos hablen
los demás para saber quiénes son, pero también preguntar y preguntarnos, dónde
hacemos lo de los percebes, aplicado, claro está a cada caso: ¿dónde pintas’,
¿dónde escribes?, ¿dónde haces gimnasia?, ¿dónde follas? Y, sobre todo, ¿dónde
lees? Yo lo hago en distintos sitios según el momento. En la esquina del sofá,
prescindiendo del sillón, y por la noche en la cama con dos almohadas bajo mi
nuca. La extrañeza de George, porque el padre de su amigo no diseccionaba
cirrípedos y, por tanto, no era una actividad propia y habitual de los
progenitores, se puede extender hoy a la pregunta: ¿Dónde leéis? Y la respuesta
tristemente vacía puede ser en numerosos casos “en ningún sitio”. Todas esas
personas hablan y son conocidas, pero no hablan para que se las conozca, hablan, a veces sin medida ni sentido,
porque siguen inmersas en una tosca oralidad que no conoce los goces de la
escritura y la lectura.
Por cierto, la que sí es una anécdota socrática, ya que está
en los Diálogos de Platón, es la que este le dijo a un discípulo que le
intentaba contar otra cosa que dijo otro, un rumor: "SI AQUELLO QUE TIENES QUE
DECIRME NO ES NI CIERTO NI BUENO NI UTIL, YO PREFIERO NO SABERLO. Y EN CUANTO
A TI, TE ACONSEJO OLVIDARLO". Es lo que me viene a la cabeza cuando veo en
Internet tanta cháchara sobre el Coronavirus que no es cierta ni buena ni útil.
"Los goces de la lectura y la escritura", sobre todo la lectura, por supuesto que sí. Recuerda que, por lo menos, Morando te lee.
ResponderEliminarEspero que te guste el libro de Giacometti.
Gracias, Morando, tu fidelidad me alienta
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