Los egipcios consideraban que el faraón era un dios real, y
no sólo un representante divino (algunos católicos actuales también creen que
el papa es un ente infalible y semidivino y no el jefe de una jerarquía).Todo
Egipto pertenecía a este dios y todas las personas tenían que obedecer sus
leyes y pagar sus impuestos y servirle con su trabajo. Pero el dios no
gestionaba directamente y por sí solo el funcionamiento de su imperio. Algunos
faraones, tenemos constancia, gobernaban con mano de hierro esos asuntos de los
que estaban al tanto, en tanto que otros pasaban el tiempo en fiestas y
banquetes, pero eso era casi irrelevante, porque el trabajo práctico de administrar
Egipto se delegaba en miles de funcionarios instruidos (que además sabían leer
y escribir, es decir, tenían una memoria ampliada de esos asuntos). Al igual
que cualquier otro humano, el faraón tenía un cuerpo orgánico con necesidades,
deseos y emociones biológicas. Pero el faraón biológico — ¿el faraón “real”?—
tenía poca importancia. El verdadero dirigente del valle del Nilo era un faraón
imaginado (en cierta forma más real que el otro) que existía en los relatos
compartidos, intersubjetivos, de millones de egipcios.
Qué tontos eran los antiguos egipcios, ¿no? Pues no más que nosotros. Los dioses modernos son las marcas personales modernas, Justin Bieber o Bob Dylan o Elvis Presley. Concentrémonos en este último ya que está muerto. ¿Está muerto? Depende. Al igual que el faraón, Elvis tenía un cuerpo físico (que maltrataba) con todas sus necesidades, emociones y deseos, que comía, bebía, se drogaba y dormía cuando podía, pero, como el faraón, era y es mucho más que eso. Elvis era una marca, una historia, un mito, como el faraón, y la marca era mucho más importante que el cuerpo biológico. La marca Elvis ganó millones de dólares con la venta de entradas, discos y recuerdos y derechos, pero únicamente una pequeña fracción de todo ese trabajo la realizó el propio artista en persona, cuya mayor misión, como la del faraón, era comparecer ante sus creyentes; la mayor parte la realizaba un vasto equipo de agentes, productores, abogados y secretarias. En consecuencia, cuando el Elvis biológico murió, la rueda de su marca siguió girando. Incluso en la actualidad, los fans siguen comprando género Elvis y generando dinero para la marca, se siguen editando sus discos, las emisoras de radio siguen pagando derechos de autor por emitir sus temas, y más de medio millón de peregrinos acuden en masa todos los años a Graceland, la necrópolis de Memphis (Tennessee). Dylan aún no ha muerto, pero ya verán ya como sigue, en cierto modo, vivo después de su muerte, como Jesucristo.
Qué tontos eran los antiguos egipcios, ¿no? Pues no más que nosotros. Los dioses modernos son las marcas personales modernas, Justin Bieber o Bob Dylan o Elvis Presley. Concentrémonos en este último ya que está muerto. ¿Está muerto? Depende. Al igual que el faraón, Elvis tenía un cuerpo físico (que maltrataba) con todas sus necesidades, emociones y deseos, que comía, bebía, se drogaba y dormía cuando podía, pero, como el faraón, era y es mucho más que eso. Elvis era una marca, una historia, un mito, como el faraón, y la marca era mucho más importante que el cuerpo biológico. La marca Elvis ganó millones de dólares con la venta de entradas, discos y recuerdos y derechos, pero únicamente una pequeña fracción de todo ese trabajo la realizó el propio artista en persona, cuya mayor misión, como la del faraón, era comparecer ante sus creyentes; la mayor parte la realizaba un vasto equipo de agentes, productores, abogados y secretarias. En consecuencia, cuando el Elvis biológico murió, la rueda de su marca siguió girando. Incluso en la actualidad, los fans siguen comprando género Elvis y generando dinero para la marca, se siguen editando sus discos, las emisoras de radio siguen pagando derechos de autor por emitir sus temas, y más de medio millón de peregrinos acuden en masa todos los años a Graceland, la necrópolis de Memphis (Tennessee). Dylan aún no ha muerto, pero ya verán ya como sigue, en cierto modo, vivo después de su muerte, como Jesucristo.
Para sus fans sí son una especie de dioses, no se puede negar. El ejemplo de Elvis es buenísimo, con los innumerables testimonios que aseguran haberlo visto después de su muerte.
ResponderEliminarel que me preocupa es Camilo Sesto... es él o una suplantación?
ResponderEliminarEs un clon maligno; es uno de los peligros que tiene la ingeniería genética
EliminarEl tema de las realidades intersubjetivas lo toca Yuval Noah Harari en su libro Homo Deus, tal como lo hace Lansky. A quién se le debe la denominación? Hay otros libros que ayuden a profundizar el tema?
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