viernes, 18 de noviembre de 2016

Verdad y ficción en la historia; el caso de las religiones






“Dios ayuda a quienes se ayudan” (Refrán común). [Según Lansky eso significa pura y llanamente que Dios no existe, pero si nuestra fe en Él nos inspira a hacer algo, ayuda.]



“En la práctica, la ciencia y la religión son como un marido y una esposa que después de quinientos años de asesoramiento matrimonial siguen sin conocerse. Él todavía sueña con Cenicienta y ella sigue esperando al Príncipe Azul, al tiempo que discuten sobre a quién le toca sacar la basura.” Yuval Noah Harari

Una de las ideas más falaces cuando no se matiza es la creencia en la noción de Progreso como ascenso indefinido e imparable de los humanos en cualquier aspecto. Es obvio que en lo científico tecnológico tal ascenso, por la escalera de peldaños del conocimiento, es un hecho, pero la cosa sería más dudosa en el campo económico, social y ético donde se producen a lo largo de la historia, incluso reciente, avances y retrocesos.

Los ateos consideramos -con más o menos intransigencia según el talante de cada cual, pero casi siempre más tolerantemente que los creyentes-, que la fe y la práctica de una religión es un atraso. A su vez, las religiones monoteístas que finalmente han triunfado por consideraciones que escapan a los limites de este post, consideran que los anteriores politeísmos y animísmos son primitivos y menos progresistas. No estoy de acuerdo.

El dios monoteísta producía (hablo en pasado) un ensimismamiento ante los acontecimientos del mundo. Si se padecía una sequía, o un reino vecino invadía su tierra, esos, a buen seguro, eran castigos divinos por sus pecados. Si otro reino vecino les ayudaba a recuperar sus tierras o por fin llovía y cesaba la sequía, eso era resultado de un premio divino. Que una erupción volcánica lejana en Filipinas hubiera causado la sequía, o que Ciro de Persia derrotara a los babilonios que habían exilado a los judíos debido a los propios intereses de ese rey, eso no se consideraba. La Biblia no muestra el menor interés por entender el mundo, su ecología, su geopolítica ni su economía y el sistema político persa.

Ese ensimismamiento monoteísta es literalmente infantil. El niño pequeño se considera el centro del universo. Por eso aceptan tan mal el divorcio de sus padres y se preocupan por ser ellos la causa. De nada vale explicarles que se les sigue queriendo y que las razones de la separación no tienen que ver con ellos.

En tiempos bíblicos ya había culturas con una percepción más exacta del discurrir de la historia. Las religiones animistas y politeístas presentaban al mundo como el patio de juegos de muchos poderes distintos y no de un único dios. En consecuencia, para ellos era fácil aceptar que muchos acontecimientos no eran castigos o premios de una deidad favorita por sus malas o buenas obras. Los historiadores griegos, como mi amado Tucídides o Herodoto, o chinos como el aquí poco conocido Sima Qian desarrollaron complejas teorías de la historia muy parecidas a las sostenidas en la actualidad. Explicaban guerras y revoluciones por una plétora de causas o factores políticos, ambientales, sociales y económicos. Por eso la lectura de Las guerras del Peloponeso de Tucídides resulta tan moderna y la de la Biblia tan anacrónica. Sima Qian en concreto estaba muy interesado en la cultura y religión de los pueblos bárbaros de la estepa a los que se enfrentaban los chinos.

Un historiador moderno marxista como Eric Hobsbawm está más de acuerdo con Herodoto o Sima Qian que con la Biblia, aunque esta también relate, por ejemplo en el libro del Éxodo, acontecimientos históricos realmente sucedidos.

Sin embargo cuando ambos mundos colisionaron, de nada valió la superior perspicacia griega, la Biblia venció. Los griegos adoptaron la versión judeocristiana de la historia y no al revés ¿Progreso? Con independencia de lo errónea de la versión bíblica del mundo, su relato intersubjetivo, sus castigos divinos, su torpe intervencionismo divino, proporcionó una mejor base para la cooperación humana a gran escala que, en cierto modo, aún opera y mandatarios modernos de modernas naciones siguen jurando sus cargos por ese dios. 

Las ficciones, independientemente de su contenido en verdad y hasta de su mera verosimilitud, nos permiten cooperar mejor. Desde este punto de vista tan relevante, las religiones son un producto de la evolución cultural y probablemente de la selección biológica. Por el momento, la antiintuitiva mecánica cuántica es cierta, pero, por el momento, insisto, no proporciona un relato que favorezca la cooperación a gran escala de los humanos, y sin embargo representa un progreso frente a la mecánica clásica. La eficacia del relato no tiene que ver con que sea verídico, como sabían muy bien los fascismos que manipulaban a la perfección mentiras constantemente repetidas. 

Nuevamente se compueba que el mundo imaginario humano es a menudo más poderoso que el real. Vale, de acuerdo, las ficciones nos permiten cooperar mejor. Pero el precio a pagar es alto ya que la misma ficción determina los objetivos de esa cooperación. Así, contemplamos a lo largo de la historia sistema de cooperación muy eficaces al servicio de intereses ficticios, es decir, eficaces si adoptamos los criterios propios del sistema, como los del antiguo Egipto que levantaba pirámides increibles y sistemas de irrigación estupendos, pero que condenaba a vidas míseras a millones de obreros y campesinos. Lo mismo sucede con los estados teocráticos islamistas actuales, crecientes en fieles, o con las empresas corporativas que obtienen beneficios o con las naciones poderosas ¿Viven mejor la mayoría de sus habitantes? Cuando evaluemos las redes de cooperación humanas todo dependerá de la vara de medir y del punto de vista. Por eso la historia no es un punto de vista único (aunque suele ser el de los vencedores), sino que existe la posibilidad de miles de narraciones y cuando contamos una silenciamos el resto. 

Al juzgar el éxito de las redes de cooperación en nombre de entidades imaginarias, como dioses, naciones o dinero olvidamos la realidad a favor de la ficción. La ficción es la victoria de una nación en guerra, la realidad los muertos y heridos; la ficción es el éxito en beneficios de una empresa, la realidad las condiciones de vida de sus trabajadores y de los supuestos o reales beneficiarios de los productos o servicios de esa empresa. Esos relatos son herramientas, no objetivos vitales. Por eso debemos esforzarnos en distinguir las ficciones de la realidad, por eso una nación es siempre un instrumento, nunca un objetivo o una finalidad. Creamos entidades ficticias, y eso es maravillosamente único de nuestra especie, pero las inventamos para que nos sirvieran, ¿cómo es que ahora nos encontramos sacrificando nuestra vida a su servicio? 

En el futuro, y ahora mismo, la biotecnología, los algoritmos informáticos, la omnipresencia de redes de intercambio de información, son ya 'religiones', no sólo controlaran nuestras vidas minuto a minuto, sino que modelarán nuestros cuerpos, nuestras aspiraciones y deseos, cerebros y mentes, crearán mundos virtuales enteros. En ese caso, no estoy seguro de no preferir una religión monoteísta de las de siempre a la que pueda renunciar tranquilamente. Diferenciar la ficción de la realidad no es tan dificil: ¿quién sufre?, ¿una nación o personas?, ¿una empresa o gente?. Pero hacer esa distinción es cada vez más difícil y también más esencial que nunca. Claro es que yo soy un materialista irredento que, sin embargo, disfruta con los relatos, pero sabe que lo son.

4 comentarios:

  1. "El dios monoteísta producía (hablo en pasado) un ensimismamiento ante los acontecimientos del mundo". Haces bien en hablar en pasado, y en hacer notar que es así. Aunque luego no desarrollas esta salvedad, en ella está la clave. En sus inicios, efectivamente, la fe monoteista producía ese ensimismamiento que dices. Las "ficciones"(1) mediante las que nos explicamos el mundo crecen con nosotros. Mi fe monoteista, la de cualquier creyente actual, surge de la misma raiz que la de Abraham y que la de Tomás de Aquino, pero ya no es la misma, como yo no soy el mismo que era a los cinco años, ni a los quince.

    "Ese ensimismamiento monoteísta es literalmente infantil". En efecto, ahí voy. Propio de la infancia del monoteismo, pero ya no de su estado actual. Todas nuestras ficciones crecen y se transforman. Algunas de ellas, creo, llegan en esta evolución a puntos muertos, o a situaciones indeseables. En concreto, las que han sido presididas por objetivos no bien elegidos: la nación, el dinero. Otras, yo creo que entre ellas el monoteismo cristiano, siguen teniendo ahora mismo un enorme potencial de desarrollo y crecimiento para nosotros.

    (1) Naturalmente uso "ficciones" en el mismo sentido en el que creo que lo usas tú: construcciones humanas, creadas por nosotros, y solo en ese sentido "ficticias". No en el de que sean o no "verdaderas".

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    1. De acuerdo. Aún así, a mí me sigue gustando más, o resultándome más simpático, el politeísmo griego, o el animismo de los indios americanos, que los monoteísmos antiguos y actuales. Ah, y un asunto en el que no he entrado en este post (quizás en un futuro): no hay que confundir las religiones con el misticismo; las religiones siempre son colectivas, los misticismos son caminos individuales y en dicho sentido no pueden cumplir la función de cohesión intersubjetiva de aquellas

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  2. No me acaba de convencer que los monoteísmos sean infantiles... Y mira que soy ateo. Los ejemplos que me pones son de señores muy eruditos y no son el ejemplo del creyente politeísta vulgar, que también creía en castigos, aunque fuera de fuentes no relacionadas entre sí. Es como si yo pusiera de ejemplo a Newton contra los borricos que provocaron el exilio de Anaxágoras, no hay color ahí.

    Más que la biotecnología o los algoritmos, la "religión" está en qué se quiere hacer con ellos. El mismo algoritmo controla, por ejemplo, que se abra la puerta del hipermercado o que un personaje de videojuego esté expuesto al daño (si dist(pos-ori) < X; acción correspondiente). De todos modos, los mejores expertos en biotecnología son conscientes de que el programa genético es jodidamente complejo, y lo digo así porque lo es MUCHO.

    P.D: Vista ahora, Matrix es insufrible y bastante... infantil en sus premisas, ya que estamos con la palabra (¿Qué cojones alimenta a los humanos en estasis?).

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    1. En su inicio los monteísmos son más infantiles en el sentido egotista que ya he señalado en el post, aunque quizás tengan más capacidad de evolución y también de generar cooperación.

      Lo que se quiere hacer con ellos (algoritmos, biotecnología), bueno, es obvio

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía