Tendré que resolver el relativo enigma por mi cuenta, porque algunos de ellos hablan de que son marxistas, otros de que eso lo tienen
superado, y últimamente algunos más dicen que representan las verdaderas esencias socialdemócratas
abandonadas por los originarios, en fin. Probablemente ni los propios interesados, por muy licenciados
y doctores en Políticas que sean en origen, lo saben muy bien. Yo los vengo
observando con cierta fascinación, a veces fastidio (es aburrido que te
descubran la pólvora), pero casi siempre con cierta simpatía: la ingenuidad me
la suele despertar, y cierto agradecimiento por haber removido las cenagosas
aguas en el estanque de los partidos políticos asentados en España. Pero no
dejan de ser ellos también ranas asomadas al mismo charco.
Puede que os sorprenda, pero a mí a lo que más me recuerdan es a cierto republicanismo, el de los entonces llamados radicales. Partidos burgueses (¿qué hay de malo?) con un cierto ideario socialdemócrata en lo económico, más demócrata que social, que pretende reformar el capitalismo sin ponerlo realmente en duda —lo que se proponen me parece loable: restaurar el viejo, ya, Estado del bienestar— y aquí incluyo a los que se autodenominan anticapitalistas y antistema. Hechos son amores y no las autoetiquetas. Representan, eso sí, un cierto democratismo radical o fundamentalismo democrático (“democracia real ya”), así que no censuran el capitalismo (o lo hacen con consigas: pólvora mojada), sino sus excesos neoliberales y su falta de escrúpulos. Esa moderación de fondo la combinan hábilmente con una retórica vehemente, lo que les hace muy próximos, ya digo, a cierto republicanismo radical de comienzos del siglo pasado, incluso pasándose de rosca y llegando al populismo del tipo del peronismo de izquierdas.
Son además muy subjetivistas, con toda su parafernalia asamblearia. El sujeto lo es todo, la única fuente de legitimidad, incluso contra las instituciones que dicen representarlos o no representarlos, según el día. Pero es un subjetivismo no egoísta, como el de los neoliberales, sino solidario. Una especie de New Age política y en ellos cabe todo un batiburrillo de ‘posts’: postecologista, postfeminista, postcapitalista, y ‘antis’: antiglobalización, antipartidos clásicos, etcétera. Variopinto y atractivo con un dialecto lleno de nociones que nunca se explicitan ni se explican: empoderamiento, pueblo, democracia real…, que disfrazan la ambigüedad real de sus planteamientos sociales. Acidez radical bien vista en la sociedad del espectáculo.
Para mí es un programa de renovación del viejo republicanismo burgués. Y añado: bienvenido sea. No cuestiona los planes de acumulación capitalista, no imagina otra sociedad, no cuestiona los controles reales sobre esta. Carece de proyecto histórico, en cambio, habla de participación, acciones colectivas y programas abiertos. No aspira a una sociedad no jerárquica ni estratificada, como los viejos programas del comunismo autoritario y el anarquismo. Son propuestas éticas y estéticas.
Sin embargo, a pesar de la modestia de sus aspiraciones (o quizás por eso) se está convirtiendo en el refugio de lo que un día fue la izquierda revolucionaria y el movimiento obrero. Y es triste, porque vencidos y desarmados como estamos los viejos izquierdistas, incluso los que como yo no hemos militado en ningún partido, muchos de ellos se adhieren para sobrevivir a una corriente que se niega a definirse de izquierdas y que desprecia por vetusta la tradición ideológica de la que ellos mismos provienen, las organizaciones obreras y los sindicatos de clase. En realidad, me temo, desprecian a todo aquel que tenga más de diez años que la media de ellos, bastante jóvenes. Y como nos recuerda un diálogo de Platón, despreciar a los ancianos, por ancianos, es cortarse los pies los jóvenes. Una Hebecracia frente a la gerontocracia habitual, perniciosas ambas.
Pacifistas, feministas, ecologistas, animalistas, veganos, cultivadores de huertos urbanos, amigos de transexuales y de inmigrantes, partidarios de la renta básica, gladiadores contra los especuladores inmobiliarios o los abusos bancarios, todo eso y al mismo tiempo, ¡cómo no estar de acuerdo! Pero todo eso sin la coherencia que les daría un proyecto unitario para enfrentarse de verdad y dejar atrás a un capitalismo que está acabando con la dignidad viable de todos los seres humanos., que somos menos nebulosos que “los de abajo”, “los muchos”, “la gente”, “los más”, etc., ya que el proletariado parece haberse oficialmente declarado extinguido, como los viejos.
HA GANADO TRUMP, HA GANADO LA ANTIPOLÍTICA, AVISO PARA PODEMOS Y SUS ALEGRES ANTIPOLÍTICAS DE SIGNO APARENTEMENTE CONTRARIO
Puede que os sorprenda, pero a mí a lo que más me recuerdan es a cierto republicanismo, el de los entonces llamados radicales. Partidos burgueses (¿qué hay de malo?) con un cierto ideario socialdemócrata en lo económico, más demócrata que social, que pretende reformar el capitalismo sin ponerlo realmente en duda —lo que se proponen me parece loable: restaurar el viejo, ya, Estado del bienestar— y aquí incluyo a los que se autodenominan anticapitalistas y antistema. Hechos son amores y no las autoetiquetas. Representan, eso sí, un cierto democratismo radical o fundamentalismo democrático (“democracia real ya”), así que no censuran el capitalismo (o lo hacen con consigas: pólvora mojada), sino sus excesos neoliberales y su falta de escrúpulos. Esa moderación de fondo la combinan hábilmente con una retórica vehemente, lo que les hace muy próximos, ya digo, a cierto republicanismo radical de comienzos del siglo pasado, incluso pasándose de rosca y llegando al populismo del tipo del peronismo de izquierdas.
Son además muy subjetivistas, con toda su parafernalia asamblearia. El sujeto lo es todo, la única fuente de legitimidad, incluso contra las instituciones que dicen representarlos o no representarlos, según el día. Pero es un subjetivismo no egoísta, como el de los neoliberales, sino solidario. Una especie de New Age política y en ellos cabe todo un batiburrillo de ‘posts’: postecologista, postfeminista, postcapitalista, y ‘antis’: antiglobalización, antipartidos clásicos, etcétera. Variopinto y atractivo con un dialecto lleno de nociones que nunca se explicitan ni se explican: empoderamiento, pueblo, democracia real…, que disfrazan la ambigüedad real de sus planteamientos sociales. Acidez radical bien vista en la sociedad del espectáculo.
Para mí es un programa de renovación del viejo republicanismo burgués. Y añado: bienvenido sea. No cuestiona los planes de acumulación capitalista, no imagina otra sociedad, no cuestiona los controles reales sobre esta. Carece de proyecto histórico, en cambio, habla de participación, acciones colectivas y programas abiertos. No aspira a una sociedad no jerárquica ni estratificada, como los viejos programas del comunismo autoritario y el anarquismo. Son propuestas éticas y estéticas.
Sin embargo, a pesar de la modestia de sus aspiraciones (o quizás por eso) se está convirtiendo en el refugio de lo que un día fue la izquierda revolucionaria y el movimiento obrero. Y es triste, porque vencidos y desarmados como estamos los viejos izquierdistas, incluso los que como yo no hemos militado en ningún partido, muchos de ellos se adhieren para sobrevivir a una corriente que se niega a definirse de izquierdas y que desprecia por vetusta la tradición ideológica de la que ellos mismos provienen, las organizaciones obreras y los sindicatos de clase. En realidad, me temo, desprecian a todo aquel que tenga más de diez años que la media de ellos, bastante jóvenes. Y como nos recuerda un diálogo de Platón, despreciar a los ancianos, por ancianos, es cortarse los pies los jóvenes. Una Hebecracia frente a la gerontocracia habitual, perniciosas ambas.
Pacifistas, feministas, ecologistas, animalistas, veganos, cultivadores de huertos urbanos, amigos de transexuales y de inmigrantes, partidarios de la renta básica, gladiadores contra los especuladores inmobiliarios o los abusos bancarios, todo eso y al mismo tiempo, ¡cómo no estar de acuerdo! Pero todo eso sin la coherencia que les daría un proyecto unitario para enfrentarse de verdad y dejar atrás a un capitalismo que está acabando con la dignidad viable de todos los seres humanos., que somos menos nebulosos que “los de abajo”, “los muchos”, “la gente”, “los más”, etc., ya que el proletariado parece haberse oficialmente declarado extinguido, como los viejos.
9 DE NOVIEMBRE, 8.14 A.,M.
¡Pablo Iglesias un Alejandro Lerroux redivivo! No se me había ocurrido, pero es sugerente.
ResponderEliminarPS: Bueno, ya he hecho los deberes. Tres posts leídos y tres comentados. A ver si entre todos logramos que no te jodan el tinglado. Venga, a mandar.
Me gusta tu obediencia
EliminarEsa ignorancia sobre lo que verdaderamente son: socialdemócratas, radicales, leninistas..., a mí me parece más ambigüedad deliberada que verdadera ignorancia. Creo que están dispuestos a ser -o a decir que son, no parecen tener muy clara la diferencia entre las dos cosas- cualquiera de estas u otras muchas cosas, según el auditorio y la conveniencia. A tanta imprecisión, creo yo, le correspondería un tono más prudente, menos convencido de tener siempre la razón -y, sobre todo, de que no la tiene el contrario de turno-, que el que habitualmente emplean. Para no saber, pontifican con una arrogancia bastante molesta. Porque, digan ser en cada momento lo que digan ser, lo que siempre dejan clarísimo es que es eso lo que hay que ser, y que quien no lo es está en el error, del que ellos, prodigiosamente, se encuentran siempre libres.
ResponderEliminarPor todo ello, la verdad, a mí me resultan bastante poco simpáticos. Pueden resultármelo algunos de sus votantes, ellos sí ingenuos. No mucho, porque la ingenuidad no anda nunca lejos de la estupidez, y la estupidez siempre me ha parecido tan irritante como peligrosa. Pero ellos, los organizadores del chiringuito, no me parecen en absoluto ingenuos, y no me despiertan la menor simpatía. Tan poca como siento por el tipejo que, con ambigüedades enfáticas, agresivamente gritonas y disfrazadas de certezas irrebatibles muy de su mismo estilo -como bien señalas-, acaba de alzarse con la presidencia de los USA. Me da bastante asco Trump, y me da el mismo asco, o solo un poco menos, esta gente. Probablemente no andes descaminado al compararlos con los radicales de principios del XX. Y entre los numerosos personajes españoles de ese siglo que me parecen claramente dañinos, el amigo Lerroux ocupa un lugar importante por derecho propio.
Yo sí creo que son ignorantes, y la ignorania es muy osada
EliminarLa comparación con los lerrouxistas es muy pertinente, en efecto
Extraordinario y clarividente post. Estoy de acuerdo.
ResponderEliminarGracias y bienvenido
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